Dicen los mayores que hace mucho tiempo cuando los gatos llevaban lazos, había un
pueblo muy blanco en la ladera de la montaña que se llamaba Numerotes.
Allí vivían el número cinco, el seis, el siete, el ocho y el nueve.
Como era un lugar tan agradable y con buenas tierras de labranza, cosechaban:
tomates, melones, patatas y todo lo que necesitaban para vivir, por eso no se habían
preocupado de ver qué había más allá de la montaña que tenían atrás.
Un día el señor siete que era muy curioso y andarín, caminando por un sendero, oyó
el sonido de una armónica en la cima de la montaña. Aceleró el paso para poder ver quién la
tocaba, porque sabía que los vecinos del pueblo nunca llegaban a aquella zona.
Se quedó asombrado. Allí había un número siete que no conocía pero era un poco
diferente. En vez de la visera plana que tenía él, aquel siete parecía que llevaba una gorra
con la visera hacia abajo.
Se acercó y le dijo: Buenos días señor siete ¿En qué pueblo vive usted? No le he visto
nunca en el mío.
¡Holaaa!, ¿me ha llamado usted señor siete?
Si, claro, pero su visera es un poco extraña. ¿Es usted un siete o un primo lejano?…
¿Yo?,¿Un Siete? He oído hablar de ellos, pero nunca los he visto. Yo soy un “Uno”.
Vaya, yo también había oído hablar de los “Unos” pero tampoco he visto ninguno.
Pues acérquese y nos veremos mutuamente.
¿Amigos?…
¡Claro, Amigos!
¿En su pueblo viven más “Unos”?
¡Claro!, viven los números Uno, Dos, Tres, Cuatro. Y el señor Cero que es el más
importante porque es el Alcalde. Mi pueblo se llama Numeritos.
Caramba, qué bien. Si voy a hacerle una visita podré ver todos esos números. No he
visto ninguno de los que usted dice. En mi pueblo que se llama Numerotes sólo hay
números Cinco, Seis, Siete, Ocho y Nueve que es el que manda.
Vaya. Si algún día voy a su pueblo, les conoceré. Si le parece nos podemos ver mañana y
le presento a los habitantes de Numeritos.
¡Qué bien!, pues hasta mañana señor Uno.
El señor Siete volvió a su pueblo y encontró a todos los números alborotados, algunos
incluso estaban llorando.
Vio al número Ocho un poco más tranquilo y le preguntó ¿Qué está pasando?…
¡Mire la fuente!. Está seca. A pesar de que ha llovido mucho esta semana, no sale agua.
Si esto sigue así, moriremos de sed.
El número Seis dijo: Por favor, señor Siete, piense algo, usted siempre tiene buenas ideas.
A ver, a ver… que piense… Señor Seis, creo que puede haber una solución. Vengo de
hacer senderismo y en la cima de la montaña y he visto un número Uno.
Alguien dijo: ¿Un número Uno? Si decían que habían desaparecido los Numeritos. ¿Cómo
puede ser que haya uno?
No hay uno, hay muchos números: Uno, Dos, Tres, Cuatro y quien manda es el Cero que
es el Alcalde del pueblo Numeritos.
El número Cinco dijo: me parece interesante, pero ¿Qué tiene que ver eso con
nuestra fuente? Yo no estoy de humor para charla.
Lo digo porque nuestra fuente nace en la cima de la montaña. El pueblo de Numeritos
está al otro lado. A lo mejor ellos saben qué ha pasado y por qué no baja el agua después de
tanta lluvia. Vamos a hablar con el número nueve que es el más mayor a ver qué le parece.
Fueron todos a casa del señor Nueve y abrió un número Seis que trabajaba allí. Le
explicaron de qué querían hablar y les hizo pasar al salón donde estaba el señor nueve
sentado en un sillón leyendo.
El señor Siete dijo: Buenas tardes señor Nueve, estamos todos los números
preocupados porque no sale agua de la fuente y venimos a saber si usted que es el más
mayor sabe solucionarlo.
El número nueve pareció molesto y dijo: ¿Cómo voy a saber yo por qué no sale agua de
la fuente? Si no sale hoy, ya saldrá mañana…
Me gustaría comentarle que he visto a un numerito que podría ayudarnos Dijo el Siete.
Al oír el Nueve que querían pedir ayuda a los Numeritos se enfadó y dijo: ¿Desde
cuándo un Numerito ayuda a un Numerote? Nosotros somos superiores, eso nos haría
inferiores. Venga, piensen todos qué hacer con la fuente, porque empiezo a tener sed.
Los Numerotes salieron cabizbajos porque aunque siempre habían hecho lo que decía el
señor Nueve, esta vez no lo entendían y tenían sed.
El número Siete, siempre a su aire, les dijo que se iba a dar un paseo para meditar.
Emprendió el camino por donde había quedado con el señor Uno y allí estaba esperándole
sentado en una piedra.
Buenos días señor Siete, hace un día espléndido.
Sí señor Uno, pero en mi pueblo es un mal día.
Y eso ¿por qué?
Porque a pesar de haber llovido bastante, la fuente se ha secado, no sabemos qué ha
pasado con el agua.
Yo tampoco tengo idea, si quiere nos acercamos a mi pueblo a ver si alguien sabe algo.
Muchas gracias señor Uno. En Numerotes ya tienen sed.
Entraron a Numeritos y todos se asomaban al ver pasar por allí al señor Uno con alguien
parecido a él.
El señor Cero les recibió, le extendió la mano y dijo: Buenos días señor ¿Uno?.
Bienvenido a nuestro pueblecito, estamos encantados de conocerle.
El señor Uno contestó:No es un Uno, es un Siete, vive en el pueblo de Numerotes pero
ahora no hay tiempo para más presentaciones, necesitan ayuda.
El señor Cero respondió: ¿Cómo podemos ayudar?
Ellos no saben por qué ya no sale agua de la fuente que nace arriba en la montaña.
El señor Dos, el padre de la familia de patitos dijo: Ayer estuve con mis hijos nadando
en una balsa que se ha formado allí. Con estas aguas tan fuertes, han caído varias rocas y
han tapado el nacimiento. Ahora el agua no baja, se queda allí formando un pequeño lago.
El señor Siete dijo: Muchísimas gracias. ¿Vamos todos a retirar las rocas y que el agua
vuelva a seguir su camino?
Subieron todos los numeritos adultos y empezaron a trasladar las piedras. No podían
mover las más grandes y el número Siete dijo: Voy a mi pueblo a explicar lo que pasa y a
pedir refuerzos.
Llegó el Siete a Numerotes y contó lo que pasaba. Rápidamente los adultos se pusieron
en marcha. En un plis plas llegaron a la cima y se conocieron los Numeritos y los Numerotes.
Hicieron fuerza entre todos y consiguieron apartar las rocas grandes. Desde allí arriba
oyeron cómo chillaban de alegría los Numerotes del pueblo !Ya sale agua! ¿Quién quiere
agua?…
Todos estaban contentos, veían números nuevos y nuevas habilidades. Sabían que eran
distintos, no superiores o inferiores. Todos servían para algo. Pensaron que sería una buena
idea hacer un nuevo pueblo donde vivieran juntos todos los números que quisieran
trasladarse allí.
Así lo hicieron y construyeron al otro lado del río, un gran pueblo con plazas redondas
para que todos pudieran verse y árboles frondosos que dieran sombra.
El número Tres dijo: tendremos que ponerle un nombre al pueblo y elegir un alcalde,
¿no?…
El número Ocho añadió: tienes razón, creo que lo deberíamos elegir por votación.
Todos estuvieron de acuerdo. La votación dio como alcalde al Señor Siete que fue quien
les unió y el nombre elegido para el pueblo fue el de Números.
El señor Siete aceptó encantado el nombramiento y quiso tener a su lado a un
representante de Numeritos y otro de Numerotes. También dijo que todos los años la
fiesta grande del pueblo se celebraría el día que volvió el agua a Numerotes. Porque fue
cuando se conocieron y estarían invitados todos los habitantes de los dos pueblos.
Y así siguen cada año. Allí se les puede ver felices: riendo, cantando y bailando a
todos los Numeritos y Numerotes juntos.
Yo eso no lo ví, pero quien lo vió me lo contó y ahora te lo cuento yo.
Canta, muévete un poquito y verás que fácil cuentas.
Cuenta, canta con nosotros y verás que bien lo cuentas.
MARÍA DEL CARMEN DE LA MUELA para radiotallergandia.es