Estoy agotada, es que soy ¡un desastre! me siento cansada, fastidiada… Eso atender y dar pábulo a lo que me comentan…de escuchar las necesidades, pensamientos de los demás me lleva a no acabar nunca mis trabajos o mis proyectos, pero me cabe la satisfacción de ver feliz a la persona que me lo pide… ayudar al prójimo también tiene su punto de satisfacción.
¡Vaya otra vez el móvil!
¡Es Visi!. ¡Dios mío!.Vamos a ver que “historia” me quiere contar ahora.
– ¡Susana! ¿tendrías un minutito para contarte algo?
– Si, Visi, un minuto y lo que necesites mujer ¡faltaría más! -“es un poco obsesiva en sus ideas, desde que se jubiló como médico de familia se siente sola, la ciudad le viene grande. Antes siempre tenía a gente a su alrededor y ahora le falta algo, la pobre no tiene a nadie”-.
– Verás es que resulta que no dejo de pensar en lo que me dijiste anoche…
– Visi, escucha, ¿Por qué no hablamos todo eso que me quieres contar en una cafetería esta tarde? Nos tomamos un buen chocolate y hablamos tranquilamente.
– Me parece bien, ¿Qué te parece a las 6 en “La Deslumbrá?
– Mejor a las 5.
El día ha salido desapacible, pero mira por dónde invita a tomarse una taza calentita y si es de chocolate, Ummm ¡mejor! Ya parece que huela su aroma, su sabor… ¡se me hace la boca agua!
He llegado a buena hora y en este rinconcito se está muy bien. Desde este ángulo veo toda la cafetería y el gran ventanal que tengo a mi izquierda me permite ver quien va y viene por el boulevar y también quien entra y sale del local ¡Que suerte he tenido!
Son las cinco y diez y sin venir…no me coge el móvil…esperaré un poco más, pero esto no me gusta, Visi es extremadamente puntual. Ni me llama ni me coge el móvil… Las cinco y treinta y sin venir…
-¡Pero Susana! ¡Qué alegría verte aquí! ¡Cuánto tiempo sin saber de ti!
¡Vaya por Dios! esto sí que no me lo esperaba. El más pesado de cuantos compañeros que he tenido ahora se presenta, el caso es que tendré que aguantarlo hasta que venga Visi.
-Pero Diego! D. Diego Losa! ¡Qué coincidencia! ¡Qué bien te veo! ¡Desde que te jubilaste no he sabido nada de ti. Y es que el mundo es un pañuelo. Te veo fenomenal.
Diego Losa, “Dieguito”, que le llamábamos cariñosamente el grupo de compañeros de trabajo, por lo visto sigue soltero hasta ahora que yo sepa. Hombre culto donde los haya, pero tan seguro de sí mismo, tan sabiondo que algunas veces resulta pedante. Alto, de buen porte. Conserva toda su mata de pelo rizado, como siempre peinado hacia atrás, dejando ver sus agraciados rasgos faciales. Viste un traje sport al estilo inglés. No entiendo muy bien como un hombre con semejante gusto y presencia sigue sin pareja, quizás, sus sarcasmos, sus pedanterías…no ha habido mujer que se los aguante.
– Y dime Susanita, ¿estás esperando a alguien?, ¿me puedo sentar?
– Si, a las dos cosas Dieguito.
¡Como odio mi nombre!, sobre todo cuando dicen “Susanita”, me recuerda la canción aquella de “Susanita tiene un ratón…” un ratón me gustaría que saliese ahora en éste decadente lugar, así saldríamos todos corriendo, incluido el “Dieguito”. Aunque… el nombre de “La Deslumbrá”… bien pensado… no viene mal a esta cafetería que más bien parece un salón decimonónico.
!Hasta los camareros huelen a naftalina. ! Si no fuera por el buen chocolate que hacen!..
Como una flecha veo que entra Visi. Muy acalorada parece. Sin mirar a nadie se dirige hacia mí angustiada y nerviosa.
-Susana perdona, en el autobús que venía, un hombre ha sufrido un infarto y claro está que lo he tenido que atender, en el transcurso del suceso, no sé que he hecho de mi móvil, si se ha caído, si me lo han robado… no sé dónde está.
-Tranquilízate Susana, ya pasó, luego buscaremos el móvil. Por suerte he tenido compañía. Justo ahora hablábamos de ti.
Visi, te presento a Diego Losa, Diego esta es Visi.
Ambos se miran como sorprendidos. Hay un silencio. Parece que se reconozcan con esas miradas, son segundos que parecen minutos y de repente la voz de Diego se oye.
-¡Visi Salcedo! ¿Eres tú?
– Si,si… Diego soy yo. Balbucea Visi. Sus labios esbozan una sonrisa entre nerviosa, sorprendida, contenta. Pero…¿qué le pasa a Visi?
La sonrisa de ambos es muy evidente, con sus miradas parece que se buscan, que se preguntan que ha sido de todo este tiempo. En sus caras se disipa la emoción del encuentro fortuito.
Nunca había visto a Diego así, y eso que fuimos compañeros veinticinco años.
A Visi hace más de treinta años que la conozco y jamás me había hablado de Diego, claro que yo tampoco. Nunca en nuestras conversaciones había salido el nombre de Diego y viceversa. ¡Vaya sorpresa la mía!
De inmediato ambos se sumergen en un diálogo ameno y risas de complicidad. Percibo que los problemas de Visi van a tener un pronto final y que “dieguito” va a tener compañera. La soledad no es muy buena amiga.
Me siento un farol. Aquí ya no pinto mucho. Se me hace tarde. Si me voy no se van a dar ni cuenta así que cantando, para mis adentros, aquello de… “Adiós muchachos compañeros de mi vida…” me despido ¡ciao!.
TERESA FERRER