Muchas personas se afanan buscando la felicidad. Y yo me pregunto ¿dónde está la felicidad?, ¿podemos comprarla?, ¿nos viene dada?, ¿qué significa ser felices?…
Cuestiones que me llevan a reflexionar – espero que también a l@s que estáis leyendo estas líneas – por qué nos empeñamos en ser felices sin tener en cuenta que también podemos sentirnos bien aunque no lo tengamos todo o surjan problemas en nuestras vidas.
Es evidente que la vida nos aporta muy buenos momentos y, otros, más amargos. Sin embargo, queremos ser felices sin valorar que parte de nuestra felicidad puede residir en ser valientes y afrontar dificultades, sintiéndonos orgullos@s de nosotr@s mism@s. Es curioso como muchos padres para que sus hijos no se sientan “frustrados” les dan todo lo que quieren y de la forma más inmediata ¿es eso lo mejor? Sin ir más lejos, esta semana en la consulta, un paciente me comentaba que era imposible no darle a su hijo lo que pedía porque el resto de sus amigos lo tenía y se sentiría mal… ¿Mal hasta el punto de morir? ¿Mal hasta el punto de tener un trauma? ¿Mal hasta el punto de odiar a sus padres? Todavía no conozco ninguna persona que se haya muerto por decirle que todo no lo puede tener y que en la vida hay que esforzarse por conseguir las cosas… pero, claro, todo sea por la felicidad de nuestros hijos, aunque su felicidad se base en aspectos materiales y en una educación cimentada en la gratificación inmediata y todo tipo de caprichos. En tal caso para que sean felices, les damos todo y le enseñamos que sean felices alejados de contrariedades y del esfuerzo… ¿Es ese el mundo real?
Estamos comentando aspectos relacionados con los nuestros hijos pero no es muy diferente la búsqueda “errónea” de la felicidad en los adultos (ni que fuera una película… Ya me imagino en el cine viendo “En busca de la felicidad perdida”) Personas de cualquier edad – niños y adultos – queremos ser felices continuamente y, en ocasiones, al precio que sea. Generalmente cuando se le pregunta a alguien qué le hace feliz, se centra en el dinero, prestigio… Conozco muchas personas y, cada una de ellas, busca la felicidad de formas muy diversas: practicando deporte, queriendo tener un cuerpo “perfecto”, teniendo un trabajo maravilloso, haciendo viajes… Todo eso puede valer, pero ¿realmente podemos estar 24 hora al día haciendo deporte?, ¿sometiéndonos a todo tipo de sesiones de estética y dietas estrictas? ¿Teniendo siempre un trabajo, jefes y compañeros a nuestra medida?…
¡Qué pena que nuestra felicidad dependa de aspectos superficiales o externos a nosotr@s mism@s! La felicidad no se compra. La felicidad se siente, se comparte… e, incluso, se llora. Si siempre fuéramos felices seriamos un robot sin emociones ni sentimientos. En Internet, a veces, se nos pregunta si somos un robot ¿será que en ese momento detectan que somos incapaces de sentir o que siempre somos felices…? ¡Claro, si solo sintiéramos felicidad, no seríamos humanos! Es imposible que en cada momento de nuestra vida seamos igual de felices y, sin embargo, sin darnos cuenta, queremos ser un “robot” que ni siente ni padece: solo ser felices, felices, felices…
No quiero alargarme mucho más en estas líneas. Ya os iré comentando más acerca de la felicidad. Como anticipo, la felicidad está dentro de nosotros y de nosotras. Es más, nosotr@s somos responsables de nuestra felicidad. Las personas con las que nos relacionamos no tienen la obligación de hacernos felices… Continuará…
¿Alguien paga 100.000, 00 euros de recompensa si encontramos “su” felicidad? Mejor que cada un@ elija cómo puede ser feliz. Bueno, aunque es posible que ante tan suculenta recompensa, alguno ya haya decidido ir en busca de la felicidad de los demás porque 100.000,00 euros son 100.000,00 euros. Creerá que si le dan el dinero de la recompensa, será muy feliz. ¿Pensáis que con ese dinero será capaz de encontrar y comprar su propia felicidad?…
Consuelo Tomás. Psicóloga, especialista en Psicología Clínica – Facebook: Chelo Tomás Psicóloga –